Episodio 17: “Las Dos Espadas”
La lluvia golpeaba como agujas contra los ventanales del DEIO. Jonathan James, sentado frente a su escritorio improvisado, giraba entre sus dedos la Cruz de San Benito que colgaba de una fina cadena. No era un adorno; era su ancla en la tempestad.
Thelma Thelen, recuperada pero aún débil, irrumpe en la oficina. No hay palabras entre ellos al principio. Solo miradas. Entre desconfianza, admiración y algo más profundo y no confesado.
—La lucha no es contra carne y sangre —murmura Jonathan, más para sí que para ella—, sino contra los principados y potestades.
Thelma lo observa, preocupada.
—¿Estás seguro de que puedes manejarlo, James? —pregunta, la voz firme pero el gesto tierno.
Jonathan no responde enseguida. Un nuevo crimen ha estremecido la ciudad: una familia entera, masacrada en su casa en un patrón que recuerda a los viejos casos no resueltos del asesino serial. Pero esta vez, las señales son aún más crípticas: fragmentos de un antiguo salmo fueron escritos en sangre en las paredes.
Jonathan se levanta. Se acerca al mapa de la ciudad que tienen en la sala común. Con un pedazo de tiza, comienza a unir puntos, movimientos, rutas de escape. Usa sus trucos: lectura de lenguaje corporal, intuición extrema, cálculo lógico. Ve patrones donde otros ven caos.
En una reunión del equipo, expone su teoría:
—No estamos cazando a un hombre solo —dice, mientras traza dos círculos—. Son dos. Dos espadas. Dos voluntades. Dos naturalezas: una más intelectual, otra más salvaje.
Marccho, que había desconfiado, asiente impresionado.
—¿Y cuál buscamos primero?
Jonathan fija su mirada en Thelma.
—Primero hay que vencer al que llevamos dentro.
Más tarde, ya en soledad, Jonathan regresa a su pequeño departamento. Se arrodilla frente a un crucifijo. Reza el Salmo 26 en latín. Una lágrima le cae por la mejilla mientras se debate entre ser el instrumento de la Justicia o ceder a la sed de venganza que lo consume.
En sueños, revive su entrenamiento brutal en el mundo del crimen, sus días de sicario... y las tardes luminosas enseñando filosofía en la universidad. Dos espadas: la espada de la violencia y la espada de la verdad.
Pero al despertar, una decisión se ha formado en su alma.
No será el monstruo que el asesino desea que sea.
Sin embargo, deberá usar todas sus habilidades, incluso la violencia, si es necesario, para atraparlo.
El episodio culmina con Jonathan levantándose del sillón de tres cuerpos, ajustándose el crucifijo bajo la camisa, tomando su chaqueta oscura y saliendo decidido: peleará en ambos frentes. En el mundo de las sombras y en la luz de su conciencia.

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