Psicopatía pedagógica: el enemigo silencioso en la formación docente
Cuando la falta de empatía, el abuso de poder y el desprecio hacia los estudiantes se infiltran en los talleres de práctica docente, la educación deja de ser un acto de amor para convertirse en un campo de daño silencioso. Es hora de denunciarlo, sanarlo y recuperar la dignidad de formar.
En algunas de las carreras de formación docente, donde la esperanza de formar nuevos educadores debería brillar con fuerza, emergen sombras preocupantes. No se trata solo de fallas metodológicas o carencias estructurales: es la crisis humana de quienes deberían encarnar la tarea de educar.
En los talleres de práctica docente, el ideal de acompañamiento se ve a veces reemplazado por la falta de ejemplaridad, la tiranía e incluso un desprecio apenas disimulado hacia los estudiantes. ¿Se trata simplemente de malas prácticas, o asistimos a síntomas más profundos, acaso de perfiles psicopáticos encubiertos tras la máscara de la autoridad?
La ejemplaridad como núcleo de la educación
Decía Simone Weil:
> "La autoridad legítima no se impone por la fuerza, sino que se sostiene en la virtud y la verdad."
(Reflexiones sobre las causas de la libertad y la opresión social).
En la formación docente, la ejemplaridad no es un adorno: es el corazón mismo del proceso educativo. Un formador que enseña, pero no encarna los valores que predica, no enseña verdaderamente: traiciona el fundamento mismo de su tarea.
El filósofo José Ortega y Gasset advertía:
> "El docente debe ser la figura que inspire, no que oprima."
(Misión de la Universidad).
Cuando quien guía la práctica docente exhibe impaciencia, autoritarismo o desprecio, enseña —aunque no lo quiera— la lección más devastadora: que el poder puede divorciarse del respeto, y que educar puede convertirse en un ejercicio de humillación.
De la autoridad al abuso: el riesgo de la tiranía
En su Pedagogía del oprimido, Paulo Freire alertaba sobre la tentación del educador de colocarse por encima del educando, anulando su voz y su dignidad:
> "Nadie educa a nadie —nadie se educa a sí mismo— los hombres se educan en comunión."
Sin embargo, testimonios de estudiantes de práctica docente en diversas universidades y programas de formación docente describen situaciones como:
Correcciones públicas acompañadas de burlas y gestos de desprecio.
Obligarlos a esperar horas sin justificación, tratándolos como "carga" o "estorbo".
Minimizar los esfuerzos y logros con sarcasmo o indiferencia.
Castigar errores menores con humillaciones verbales.
Estos no son "excesos aislados". Son síntomas de una cultura del abuso, donde la autoridad se desvía hacia el poder arbitrario y la deshumanización del otro.
¿Rasgos psicopáticos?
La psicología contemporánea, siguiendo los estudios de Robert Hare, define la psicopatía como:
> "una profunda falta de empatía, tendencia a manipular y desvalorizar al otro, y ausencia de culpa por el daño causado."
(Without Conscience).
Cuando un formador muestra patrones persistentes de:
Desprecio hacia los estudiantes.
Indiferencia frente al sufrimiento causado.
Satisfacción encubierta en la humillación.
...no estamos simplemente ante un "mal carácter", sino ante actitudes que bordean dimensiones clínicas preocupantes. Y aunque el diagnóstico corresponde a profesionales de la salud mental, las instituciones educativas deben reconocer y actuar frente a estos signos.
Urgencia de un cambio cultural
La docencia, como toda forma de autoridad verdadera, debe nacer de la empatía, la paciencia y la conciencia de la vulnerabilidad del otro. Citamos nuevamente a Simone Weil:
> "El amor de los débiles es el único poder legítimo."
Formar futuros docentes es una tarea sagrada: no podemos tolerar que se convierta en un espacio donde quienes deberían guiar se dediquen a destruir.
¿Qué podemos hacer?
Visibilizar estas conductas: hablarlas en los espacios institucionales, no silenciarlas por miedo o resignación.
Acompañar a los estudiantes vulnerados: ofrecer espacios de escucha y contención.
Exigir cambios en la formación docente: incluir evaluaciones éticas y psicoemocionales de los formadores.
Promover comunidades de aprendizaje sanas donde el respeto y la empatía no sean la excepción, sino la norma.
La educación es, ante todo, un acto de amor y de fe en el otro. Defenderla no es un lujo: es una responsabilidad ética impostergable.
Bibliografía
Freire, Paulo. Pedagogía del oprimido. Siglo XXI Editores, 1970.
Hare, Robert D. Without Conscience: The Disturbing World of the Psychopaths Among Us. The Guilford Press, 1993.
Ortega y Gasset, José. Misión de la Universidad. Revista de Occidente, 1930.
Weil, Simone. Reflexiones sobre las causas de la libertad y la opresión social. Ediciones Paidós, 1995.

Comentarios
Publicar un comentario