3. El Incoherente Pedagógico (Contradictoris doctrinalis)
Familia: Paradoxicus performativus
Hábitat habitual: Facultades de Educación, carreras de Profesorado, congresos pedagógicos con coffee break.
Alimentación: Manuales de enseñanza activa, frases de Freire sacadas de contexto, y artículos con muchas veces la palabra “interdisciplinariedad”.
Síntomas iniciales: Verbos en infinitivo ("promover", "fomentar", "estimular"), declaraciones apasionadas sobre el rol del docente como “guía”... seguidas de una clase que niega todo lo anterior.
Descripción:
Este ejemplar es una joya del museo vivo de la contradicción. Su canto es una oda a la educación crítica, participativa y horizontal. Pero apenas comienza la clase, despliega una estructura verticalista que ni Foucault habría osado imaginar. Habla de liberar al alumno, pero no permite interrupciones. Celebra el aprendizaje activo, pero sus alumnos escuchan pasivamente durante horas. Denuncia la escuela bancaria, mientras cobra interés compuesto sobre cada consigna que impone.
Posee un talento único: puede dictar una cátedra sobre enseñanza dialógica sin que ningún estudiante pronuncie una palabra. Su cuerpo permanece rígido, de pie, detrás del escritorio, como si temiera que moverse lo convierta en el docente que dice que no quiere ser. Repite con devoción que “enseñar no es transferir conocimiento”, justo antes de lanzar una catarata de datos sin respiración ni pausa para preguntas.
Vestimenta típica:
Suele llevar bufandas pedagógicas, camisas con estampados étnicos o blazers con parches en los codos. En ocasiones, un pin de Paulo Freire decora su mochila mientras imparte una clase que bien podría estar inspirada en Comte.
Clase típica:
Comienza con una frase inspiradora (“La clase es un espacio de construcción colectiva del saber”) y termina con la lectura unilateral de una bibliografía que nadie eligió. Alumnos que intentan dialogar son elegantemente corregidos con frases como “interesante, pero lo que en realidad dice el autor es...”. La pizarra permanece virgen; el diálogo, soñado. La clase, un monólogo con prólogo inclusivo.
Reflexión final:
Sócrates enseñaba desde la ironía; el Contradictoris doctrinalis, desde la incongruencia. No como método, sino como estado ontológico. Nos recuerda que no todo lo que suena progresista lo es, y que a veces el revolucionario del discurso es el tirano del acto. En él, la pedagogía crítica muere de incoherencia performativa, y la filosofía se transforma en cartón pintado. Quizás no mienta, pero se desmiente. Y eso, en términos aristotélicos, es mucho peor.

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