4. El Bibliosaurio (Lecturus freirensis)




Nombre vulgar: El que abandona a sus estudiantes con libros que él mismo no entiende.


Clase: Docente Autolegitimante Bibliocéntrico.


Hábitat natural: Profesorados de Educación. Especial predilección por materias pedagógicas generales. Suele habitar aulas donde el programa es un documento sagrado y la bibliografía un conjunto de obstáculos iniciáticos.


Descripción:

El Bibliosaurio es un espécimen peculiar cuya estrategia pedagógica consiste en asignar textos complejos como única fuente de saber. Comienza el cuatrimestre leyendo en voz alta los objetivos del programa con solemnidad litúrgica, como si de un código constitucional se tratara. Luego reparte o menciona una bibliografía extensa, casi siempre encabezada por nombres como Paulo Freire, Philippe Meirieu o Comenius, aunque rara vez los comprende en profundidad.


Nunca explica, nunca contextualiza, y mucho menos dialoga con los estudiantes. Su trabajo consiste en señalar capítulos. El de los estudiantes: leer sin entender, copiar fragmentos oscuros, y simular comprensión. La clase no es espacio de pensamiento, sino de cumplimiento.


Rasgos distintivos:


Cita textos que ni él mismo ha leído completos.


Cree que asignar bibliografía es equivalente a enseñar.


Suprime toda instancia explicativa con la excusa de la “construcción autónoma del conocimiento”.


Tiene como lema no declarado: “Si lo explico, los limito”.


Detesta toda pregunta que no esté prevista en el programa.


Promueve “la reflexión crítica”, pero nunca la ejercita en clase.



Ejemplo de clase típica:

El docente entra con su carpeta de anillas, despega un par de hojas amarillentas y dice: “Hoy vamos a trabajar el segundo capítulo de La pedagogía del oprimido. Divídanse en grupos y lean. Al finalizar, escriban una reflexión crítica”. Jamás ofrece una clave de lectura, ni problematiza. Alguien pregunta qué significa “concientización dialógica”, y él responde: “Está explicado en el texto”.


Reflexión final:

El Bibliosaurio  ha olvidado que formar docentes no es torturarlos con textos indigeribles, sino enseñarles a enseñar. Su fe ciega en la bibliografía lo convierte en un oráculo de papel, incapaz de traducir el saber en experiencia viva. Confunde exigencia con abandono, profundidad con oscuridad, y formación con exposición a la frustración. Así, mientras cita a Freire, traiciona su espíritu: no dialoga, no libera, no acompaña. Sólo lanza libros como piedras, esperando que alguien construya una casa… o se entierre debajo.


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