“Después de Babel”
Aula universitaria semivacía. Atardece. En la mesa: una copia subrayada del artículo de Diego, una edición antigua de Después de Babel, un cuaderno con mapas de la Tierra Media y una pipa sin encender. Eduardo observa en silencio. Diego está inquieto. Máximo bebe té sin apuro.
DIEGO
Desde que escribí este artículo… no dejo de preguntarme si 1870 no fue algo más que una fecha.
¿Y si fue una fractura espiritual?
¿Un acto simbólico?
Como si hubiéramos reconstruido Babel… sin saberlo.
MÁXIMO
No fue sólo una fractura.
Fue un giro.
De la trascendencia al cálculo.
Del símbolo al dato.
Del Logos creador… a la lógica sin alma.
EDUARDO
Y el precio fue el lenguaje.
Desde Babel, el hombre ha temido su propio poder verbal.
Pero en la modernidad, lo ha despojado de misterio.
Ya no nombra. Clasifica.
Ya no revela. Codifica.
DIEGO
Tuchman hablaba de orgullo.
Del mismo que impulsó a los constructores de la torre.
Una confianza desmedida en el progreso.
Y al final…
ni siquiera nos entendemos.
MÁXIMO
Porque perdimos la Palabra como mediación del Ser.
Y con ella, se fragmentó el sentido.
El mito fue exiliado.
La imaginación… ridiculizada.
Y la educación… secularizada hasta el esqueleto.
EDUARDO
Por eso Tolkien no es solo un novelista.
Es un restaurador del lenguaje.
Sus lenguas élficas no son juegos estéticos:
son intentos de recuperar la memoria de lo sagrado.
DIEGO
Y sin embargo, aún hoy, muchos siguen diciendo que el mito es evasión.
EDUARDO
Es porque temen lo que el mito exige:
una conversión interior.
Porque el mito no entretiene.
Interpela.
Te obliga a elegir entre el símbolo vivo…
y el ruido muerto.
MÁXIMO
Steiner lo intuía.
En Después de Babel decía que la modernidad ha perdido la confianza en la palabra como vía de verdad.
Y sin palabra verdadera…
solo queda técnica.
DIEGO
Por eso 1870 no fue sólo una inflexión política.
Fue un cambio ontológico.
El mundo ya no fue narrado…
fue contabilizado.
EDUARDO
Y el resultado fue esta cultura del desencanto.
Donde todo se mide…
pero nada se comprende.
MÁXIMO
Recuperar la imaginación simbólica no es nostalgia.
Es resistencia.
Es volver a mirar el mundo como un sacramento.
Y enseñar a nuestros estudiantes que sin mito, el alma muere de literalismo.
DIEGO
Entonces escribir esto no fue un ejercicio académico.
Fue un acto de recuperación.
Como sembrar una palabra en tierra devastada.
EDUARDO
Exacto.
Y como dice Ricoeur:
la metáfora viva no sustituye a la verdad.
La revela.
En su fragilidad…
resplandece.
(Silencio. Se escucha el viento afuera. En el aula, tres hombres custodian el Logos, no desde la teoría, sino desde la herida. La noche no los asusta: saben que aún es posible pronunciar el nombre correcto.)

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