“El aula y el hogar”

 





Sala de profesores. Ventiladores apagados. Afuera, el murmullo lejano de estudiantes que se van. Diego está reclinado en una silla, con mirada tensa. Máximo toma un sorbo de café frío y espera.


DIEGO

Máximo…

¿Vos creés que se puede ser un buen esposo, una buena madre o padre…

y al mismo tiempo ser un mal docente?


MÁXIMO

¿A qué llamás mal docente?


DIEGO

Al que no explica.

Al que exige más de lo que da.

Que deja a los alumnos solos, los reprende con dureza, los evalúa con frialdad.

Pero que, en su casa, es ternura, cuidado, ejemplo.


MÁXIMO

(Piensa. No responde enseguida.)

Se puede aparentar ser un buen esposo o padre…

pero si en el aula sos tirano, impaciente o soberbio,

entonces no estás bien en ningún lado.

Porque el amor no se fragmenta sin deformarse.


DIEGO

¿Entonces es hipocresía?


MÁXIMO

No necesariamente.

A veces es ceguera.

Pero una ceguera cómoda.

Creemos que el aula es un lugar menor, que ahí podemos ser menos humanos, porque estamos “enseñando contenido”.

Y nos olvidamos de que cada alumno es una persona, no un recipiente.


DIEGO

¿Y al revés?

¿Puede alguien ser un excelente docente, empático, paciente, generoso con los alumnos… y en su casa ser áspero, distante, incluso injusto?


MÁXIMO

Esa incoherencia duele más…

porque revela una entrega parcial.

Es como amar con horario.

Ser bueno de lunes a viernes, de 8 a 18.

Pero la virtud no se mide por tramos.

Se es íntegro… o no se es.


DIEGO

¿Entonces el aula y el hogar están conectados?


MÁXIMO

Profundamente.

Son espacios donde se pone a prueba la misma verdad:

¿quién sos cuando el otro depende de vos?

Un hijo, un alumno… ambos confían.

Ambos absorben.

Y ambos merecen verdad, justicia, amor.


DIEGO

Entonces enseñar… es una forma de paternidad o maternidad.


MÁXIMO

Y criar… es enseñar con el cuerpo entero.

No hay grieta entre el que enseña y el que ama.

Y si la hay… algo se está rompiendo.


(Silencio. Diego cierra el cuaderno. Mira por la ventana. Máximo recoge su taza vacía.)


DIEGO

A veces pienso que uno puede esconderse en lo técnico.

Cumplir el programa. Calificar.

Y dejar el alma afuera.


MÁXIMO

Pero lo técnico sin alma… es violencia educada.

Y lo afectivo sin verdad… es ternura vacía.

El buen docente y el buen padre tienen algo en común:

No huyen cuando el otro no entiende.

Y aman cuando más cuesta.



Referencias implícitas:


Josef Pieper, Sobre la dificultad de educar.


Santo Tomás de Aquino, Suma Teológica, II-II, q.30 (caridad), q.45 (docencia).


Juan Pablo II, Carta a los educadores católicos.

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