“El combate que revela al alma”

 




Claustro silencioso de la universidad. Ya es de tarde. Diego aparece con una pequeña mochila y las muñecas vendadas. Máximo lo espera junto a un banco de piedra. Tiene un libro cerrado sobre las rodillas. El aire está inmóvil. La palabra nace como pregunta contenida en el cuerpo.

MÁXIMO
¿Entrenaste?

DIEGO
Sí.
Wing Chun.
No es fuerza, es estructura. No es velocidad, es cercanía.
Y sin embargo… te cambia por dentro.
Máximo…
¿puede una disciplina de combate ser escuela de virtud?

MÁXIMO
Cuando está enraizada en el dominio de sí, sí.
El Wing Chun, como toda vía verdadera, no enseña sólo a golpear.
Te obliga a escucharte.
A conocer tu centro.
Y sin centro… no hay alma equilibrada.

DIEGO
Hoy el maestro me dijo:
"No respondas con tensión: sentí el movimiento, y deja que la forma fluya."
Y sentí que no me hablaba sólo del cuerpo.

MÁXIMO
No.
Te hablaba del ego.
Del exceso.
De ese impulso a imponerse, en lugar de habitarse.
El arte marcial es un espejo:
quien no soporta perder… aún no sabe ganar.

DIEGO
Y no hay técnica que funcione sin atención.
Sin estar ahí.
En ese momento.
Como en la oración.

MÁXIMO
La atención es la primera forma de caridad.
Y el Wing Chun exige una atención absoluta:
a tu eje, a la línea central, a la mínima intención del otro.
Eso es vigilancia interior.
Eso es virtud encarnada.

DIEGO
Y cuando practicamos Chi Sao —los brazos pegados, sintiendo el movimiento del otro—, entendí algo:
no se trata de vencer, sino de comprender.
De no ser vencido… por uno mismo.

MÁXIMO
Entonces aprendiste lo esencial.
El cuerpo no es obstáculo del alma, sino su campo de trabajo.
Y el combate, cuando se vive con humildad,
es la pedagogía del carácter.

DIEGO
Pero el orgullo puede colarse.
La vanidad del control, la superioridad.
¿Cómo se evita?

MÁXIMO
Con reverencia.
Al arte.
Al adversario.
Y a Dios.
Sin humildad, el Wing Chun es solo agresión refinada.
Con humildad, es escuela del espíritu.

DIEGO
¿Y desde la fe? ¿Desde el cristianismo?

MÁXIMO
La tradición cristiana honra la ascesis.
El dominio del cuerpo es parte de la virtud de la templanza.
Y toda disciplina que enseña a ser dueño de sí,
puede ser camino hacia la santidad.

(Silencio. El sol cae entre los ladrillos antiguos. Diego se sienta. Máximo apoya su libro en la piedra. Ninguno sonríe. Pero la paz que hay entre ellos… es la de los que han comprendido.)




Referencias implícitas:

Ética a Nicómaco de Aristóteles, sobre el hábito y la virtud

Santo Tomás de Aquino, Suma Teológica, II-II, q.123 (fortaleza), q.157 (mansedumbre), q.141 (templanza)

Principios del Wing Chun: línea central, sensibilidad, economía de movimiento

Romano Guardini, Las virtudes

Evagrio Póntico, Tratado sobre el combate espiritual

Proverbios 16,32 – “Mejor es el que tarda en airarse que el valiente, y el que domina su espíritu que el que toma una ciudad.”

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