“La risa del infierno”
Pasillo silencioso de la universidad. Diego está sentado, sombrío. Tiene entre las manos un rosario y unos apuntes marcados con lápiz. Máximo se acerca con su andar pausado. No necesita preguntar. Se sienta. Y espera. Diego habla.
DIEGO
Un estudiante vino a hablarme después de clase.
Católico, practicante.
Sus compañeros lo desprecian cuando habla de pecado…
y uno de ellos se autoproclama “endemoniado”, con sonrisa orgullosa.
Todos ríen.
Y él… no sabe si resistir o callar.
MÁXIMO
La risa…
no siempre es alegría.
A veces es el eco del infierno.
San Juan Pablo II decía que el mal moderno ya no se oculta… se exhibe.
Y tú lo estás viendo:
el pecado ya no se teme…
se celebra.
DIEGO
Y eso dentro de una universidad que aún intenta sostener el Magisterio…
Imaginate lo que será afuera.
Me duele.
Porque no es una transgresión ingenua: es una liturgia invertida.
Una blasfemia estética.
MÁXIMO
Exactamente.
No es sólo mala educación.
Es una guerra simbólica.
El demonio ya no necesita negar a Dios…
sólo necesita que lo conviertan en chiste
Y peor aún… que juega con su nombre.
DIEGO
¿Puede el lenguaje abrir puertas?
MÁXIMO
El lenguaje no es neutro.
Cuando uno se proclama “endemoniado”, aunque sea en broma,
no está solo usando palabras…
está modelando su alma.
Evagrio fue claro:
“No juegues con los nombres de los demonios, porque ellos no juegan.”
DIEGO
¿Y qué hago?
¿Lo corrijo en clase? ¿Lo ignoro?
¿Lo enfrento?
MÁXIMO
Discernimiento.
Si hay posibilidad de tocar el corazón, hablá.
Si la palabra va a ser burlada… callá y orá.
Jesús dijo:
“No den lo santo a los perros, ni echen perlas a los cerdos.” (Mt 7,6)
DIEGO
Pero esto no es sólo una falta de formación.
Es ceguera espiritual.
Es vivir como si el pecado fuera una estética… una marca personal.
MÁXIMO
Eso es lo más grave.
El alma ya no se cuida.
Y sin temor de Dios, todo parece juego.
Pero el infierno comienza cuando ya no se distingue entre lo sagrado y lo grotesco.
DIEGO
¿Y qué hacemos con los buenos?
Con los que aún creen, pero empiezan a replegarse…
MÁXIMO
A ellos los sostenemos.
Como lámparas encendidas.
Con oración. Con testimonio.
Y con palabras que no sean sólo ideas… sino carne de esperanza.
El combate espiritual no siempre se da gritando:
se da permaneciendo.
(Silencio. Ambos se miran. En sus rostros hay gravedad, pero también claridad. No hay miedo. Hay lucidez.)
DIEGO
Entonces… resistir sin odio.
Orar sin descanso.
Y enseñar… sin concesiones.
MÁXIMO
Y recordar que la risa del infierno…
no es el último sonido.
El último… será el canto de los redimidos.
Referencias
San Gregorio de Nisa, Sobre la formación del hombre
Santo Tomás de Aquino, Suma Teológica, I-II, q.85
Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 1860–1864

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