“Semillas en tierra ajena”
Aula vacía al final del día. Diego está sentado al borde de un escritorio, con una carpeta llena de fotocopias. Máximo entra y, al ver su expresión fatigada, se sienta a su lado en silencio. Diego comienza a hablar, sin levantar la mirada.
DIEGO
Hoy trabajé con un grupo del profesorado de nivel inicial.
Llevé un fragmento breve de Aristóteles…
Pero el lenguaje les resultó inaccesible.
No porque no lean, sino porque no están formados para ese nivel de abstracción.
Y me pregunté… ¿tiene sentido?
MÁXIMO
¿Preguntarte si vale la pena enseñarles filosofía?
DIEGO
No.
Me pregunté si es posible enseñarles con textos.
Porque los fragmentos filosóficos son densos.
Están llenos de presupuestos, de conceptos que exigen un marco.
Y el aula no siempre da ese marco.
MÁXIMO
Estás hablando del umbral del lenguaje.
El problema no es la inteligencia de los estudiantes, sino el acceso a un idioma distinto: el filosófico.
Y como toda lengua, necesita iniciación, oído, paciencia.
DIEGO
Pero el aula de hoy está marcada por la velocidad.
Todo tiene que ser inmediato, aplicable, útil.
¿Cómo explicar que una línea de Pascal puede necesitar veinte minutos de silencio?
MÁXIMO
Explicarlo no basta.
Hay que encarnarlo.
Un fragmento filosófico bien leído en clase puede ser un acto de resistencia:contra la superficialidad, contra la utilidad, contra la dispersión.
DIEGO
A veces siento que leer a Platón o a Kierkegaard en estos contextos es como hablar en otra época.
Ellos no rechazan el texto.
Pero tampoco pueden entrar en él.
MÁXIMO
Porque el texto filosófico no es un objeto de consumo.
Es una puerta.
Y vos estás ahí para dar la llave, no para forzar la entrada.
DIEGO
Entonces… ¿se puede enseñar filosofía con fragmentos?
MÁXIMO
Sí.
Pero no como quien ofrece una respuesta, sino como quien plantea una herida.
Un fragmento bien elegido puede incomodar más que una clase entera.
Puede quedarse dentro.
Y eso, Diego, es enseñar.
DIEGO
Entonces debo preparar no sólo la lectura…
sino el oído, la espera, el silencio.
MÁXIMO
Sí.
No renuncies al texto.
Renunciá al control del efecto inmediato.
La filosofía no busca aplausos. Busca despertar.
(Silencio. Diego mira sus fotocopias como si fueran semillas. Máximo se levanta, con la calma de quien ha sembrado durante años.)
Referencias implícitas:
Aristóteles, Ética a Nicómaco, libro I.
Pascal, Pensamientos, fragmentos sobre el silencio, la grandeza y miseria del hombre.
Simone Weil, Espera de Dios.
Pierre Hadot, ¿Qué es la filosofía antigua?
Josef Pieper, Lecciones sobre la dificultad de pensar.

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