“Explicar: el arte olvidado”




Escenario: Aula universitaria al final del día. El pizarrón con trazos de una clase recién concluida, tazas de café humeante, libros de Aristóteles, Maritain y Pieper abiertos. Un leve silencio que invita a pensar.


Diego (cerrando su cuaderno):

—Hoy me quedé pensando en una frase que escuché: “yo no explico, hago pensar”.

Y me hizo ruido… ¿Qué significa enseñar sin explicar?


Máximo (arqueando las cejas):

—Significa no enseñar. Decir “yo no explico” es como un médico que no cura, pero dice que inspira sanación.


Eduardo 

—O como un arquitecto que no diseña, pero afirma que estimula la imaginación estructural.


Diego (sonríe):

—Lo paradójico es que la explicación se ha vuelto sospechosa. Como si fuera paternalista, autoritaria, cerrada.


Máximo:

—Pero lo contrario de explicar no es liberar. Es abandonar.

Explicar no es imponer, es acompañar el acceso a la inteligibilidad del mundo.


Eduardo (abriendo De Magistro, de Santo Tomás):

—Agustín decía que nadie enseña desde fuera: que sólo Cristo enseña en el interior. Pero eso no implica no explicar, sino saber que toda explicación debe ser humilde: un dedo que apunta, no un puño que impone.


Diego:

—¿Y entonces por qué tantos docentes hoy desprecian la explicación?


Máximo:

—Porque confunden explicar con simplificar. Y peor aún: con adoctrinar.

Pero en su origen, explicare es “desplegar”, “hacer visible”. Es un acto de amor.


Eduardo:

—Es más: es un acto de hospitalidad intelectual.

Cuando explico, abro mi comprensión para que otro pueda entrar.


Diego:

—Como un puente entre dos orillas.


Máximo (afirmando):

—Exactamente. Y por eso tiene algo de riesgo, algo de ofrenda. Explicar es exponerse. Mostrar lo que uno ha entendido. Someterlo al juicio del otro.


Eduardo (mientras sirve café):

—Y también tiene algo de esperanza. Porque al explicar, uno confía en la razón del otro. No hay pedagogía sin fe en la razón compartida.


Diego:

—Me doy cuenta ahora: explicar es una forma de caridad intelectual.


Máximo:

—Eso diría Josef Pieper.

Y Aristóteles agregaría que explicar es mostrar las causas. Llevar al otro desde lo que ve hasta lo que no ve, pero sostiene todo lo demás.


Eduardo:

—La educación pierde su alma cuando renuncia a la explicación. Se vuelve espectáculo, estímulo, activismo. Pero no sabiduría.


Diego (pensativo):

—Y tal vez por eso los estudiantes están cada vez más perdidos. Porque nadie les explica. Se les habla de competencias, pero no se les muestra el sentido.


Máximo (tomando un libro):

—Y el sentido no se impone: se comparte. Por eso explicar es también un acto filosófico. No es repetir fórmulas, es desplegar el ser.


Eduardo:

—Sólo quien ha contemplado puede explicar. Lo demás es ruido.


Diego:

—Entonces explicar…

no es lo contrario de pensar.

Es lo que hace posible que otro piense bien.


Máximo:

—Y por eso, Diego, explicar no es menos que formar.

Es, quizá, el primer gesto del educador verdadero.


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