"Ignorancia Inexcusable: el Catecismo Olvidado"




(Los tres están sentados en la biblioteca de la universidad, los ventanales altos dejan entrar la luz tenue del atardecer. Diego hojea el Catecismo. Eduardo observa en silencio. Máximo toma la palabra.)


Máximo:

—La ignorancia del Catecismo entre los bautizados no es solo una laguna formativa… es una traición al sacramento que recibieron.


Diego:

—Me impresiona, Máximo, la cantidad de alumnos y colegas que se dicen católicos y no podrían recitar ni el Credo entero. No saben qué es la gracia, qué es el pecado, ni por qué fueron bautizados.


Eduardo:

—No exagerás. A veces creo que hay más conocimiento de los horóscopos que del Compendio del Catecismo. Y no lo digo como burla. Lo digo con dolor.


Máximo:

—Y con razón. Santo Tomás lo decía con claridad: el ignorante no es culpable si no pudo saber… pero sí ,si no quiso saber (Summa Theologiae, I-II, q.76). ¿Qué excusa tiene un bautizado para no conocer su fe?


Diego:

—Quizás lo ven como un conjunto de mandatos morales… No como una sabiduría viva que ordena la existencia.


Eduardo:

—Porque han reducido la fe a sentimiento. A una espiritualidad sin dogma, sin doctrina, sin memoria. Una fe sin carne. Sin encarnación.


Máximo:

—Lo más trágico es que han sido bautizados… pero no catequizados. El bautismo imprime carácter, sí, pero requiere enseñanza. Si no, el alma queda como tierra fecundada pero no cultivada: se llena de maleza.


Diego:

—Y cuando les hablás de pecado, responden con relativismo emocional. O te dicen: “yo tengo mi forma de creer”. Y esa “forma” es puro vacío.


Eduardo:

—O como decía Benedicto XVI: “una fe débil, mal instruida, sin conciencia moral, es fácilmente arrastrada por las modas del mundo”. Lo dramático es que esa ignorancia hoy es celebrada como humildad. Como si saber fuera arrogancia.


Máximo:

—La humildad no es ignorancia voluntaria. Es saber que uno necesita aprender. El Catecismo no es un libro de mandamientos. Es un mapa del alma. Un espejo de la Verdad.


Diego:

—¿Y no creés que esta ignorancia se relaciona con lo que llamaban los Padres de la Iglesia acedia? Esa pereza espiritual que no quiere saber porque intuye que saber obliga.


Máximo:

—Exactamente. Porque si conocés la verdad… ya no podés vivir cómodo en la mentira. Y eso duele. El Catecismo duele, cuando uno lo entiende.


Eduardo:

—Por eso muchos católicos prefieren “su” versión de la fe. Como una app personalizada. Pero no existe “mi” fe y “tu” fe. Existe la fe de la Iglesia, o no hay fe.


Diego (con el libro en la mano):

—Yo propongo algo simple. Que cada bautizado lea el Compendio completo, una vez en su vida. 598 puntos. ¿Es mucho pedir por la eternidad?


Máximo:

—Mucho pedir no es. Pero sí mucho exigir… cuando la voluntad ha sido domesticada por el confort y la indiferencia.


Eduardo:

—Y sin embargo, es urgente. Porque si no conocen su fe, no podrán defenderla. Ni vivirla. Ni siquiera transmitirla a sus hijos.


(Se hace un silencio. La luz del atardecer cae sobre las páginas del Catecismo abierto. Los tres miran el libro como quien contempla un territorio olvidado, al  que hay que volver antes de que se pierda del todo.)

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