Justicia humana vs. Justicia divina
En el claustro de una universidad católica, bajo el eco de los pasos y la penumbra de la tarde, Diego, Máximo y Eduardo caminan lentamente, conversando con tono grave y reflexivo.
Diego:
Estuve leyendo sobre casos judiciales en los que un culpable sale libre por tecnicismos legales. Me inquieta profundamente. ¿Es esa la justicia que debemos defender?
Máximo:
La justicia humana, Diego, es limitada como el hombre mismo. Se construye sobre pruebas, normas, procedimientos. Pero no alcanza al corazón. No discierne el alma.
Eduardo:
Y sin embargo, se proclama imparcial. Pero… ¿es imparcialidad o indiferencia? A veces se castiga al débil con rigor y se absuelve al poderoso con tecnicismos jurídicos.
Diego:
Entonces, ¿la justicia humana es una sombra? ¿Una simulación de lo que debería ser?
Máximo:
Una imagen imperfecta, sí. Santo Tomás de Aquino decía que la justicia divina se cumple en la totalidad del ser. No solo juzga los actos externos, sino también la intención, la disposición interior.
> “Dios no mira como mira el hombre. El hombre ve las apariencias, pero el Señor ve el corazón” (1 Sam 16,7).
Eduardo:
Y por eso la justicia divina no es meramente retributiva, sino también restauradora. No busca solamente castigar, sino redimir, curar la herida del pecado.
Diego:
Pero... ¿no es eso una utopía? ¿Puede haber justicia sin castigo?
Máximo:
No se trata de anular el castigo, sino de entenderlo como medio, no como fin. El infierno, si existe, no es por la severidad de Dios, sino por la libre elección del alma que rechaza el amor.
Eduardo:
La justicia humana castiga por lo que haces. La divina responde a lo que eres, a lo que te conviertes. Hay justicia en la misericordia, porque sólo quien ama sabe juzgar con verdad.
Diego:
Entonces… ¿podríamos decir que la justicia humana necesita límites, y la divina, compasión?
Máximo:
Exactamente. La justicia humana necesita humildad para reconocer sus límites. La divina, en cambio, es plenitud: es sabiduría y misericordia fundidas.
> “Misericordia y verdad se encontraron; justicia y paz se besaron” (Salmo 85,11).
Eduardo:
Por eso el cristiano no puede reducir su idea de justicia al marco legal. Debe aspirar a algo más alto. Porque, como decía San Agustín:
> “Quita la justicia, ¿y qué son los reinos sino grandes bandas de ladrones?”
Diego (tras una pausa):
Y nosotros… ¿juzgamos a otros desde la justicia humana o desde la divina?
Máximo:
Buena pregunta. Tal vez ésa sea la primera justicia que debemos practicar: dejar de colocarnos en el trono del juicio. Y vivir como quienes esperan ser juzgados… por un Dios que conoce todas las intenciones.
Silencio. Los tres se detienen un instante. Una campana suena a lo lejos. El sol comienza a caer detrás de las torres.
Eduardo (con voz baja):
Tal vez por eso los antiguos rezaban: “Señor, no entres en juicio con tu siervo, porque ningún viviente será justificado delante de ti.” (Salmo 143,2)
Máximo:
Y aun así… confiaban.

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