"Dios que ve en lo escondido: verdad, apariencia y juicio en tiempos de simulacro"
Diego:
Estaba leyendo este versículo, Mateo 6,6, en la traducción de Straubinger. “Tu Padre, que ve en lo oculto...”
Me conmueve. ¿Sabés? Hoy parece que nada vale si no es visible, si no es celebrado, compartido, o incluso aplaudido.
Máximo (cruza los brazos):
La posmodernidad convirtió la interioridad en sospechosa. Si no se postea, no existe. Si no hay testigos, no tiene valor. Es el reinado de la exterioridad.
Eduardo (sonríe con gravedad):
Y sin embargo, Cristo nos dice que el Padre ve en lo escondido. No necesita testigos humanos. El acto secreto tiene un peso eterno. Es una revolución silenciosa contra la dictadura de la mirada pública.
Diego:
Pero incluso entre los creyentes... Hay una carrera por ser vistos como santos, comprometidos, doctos. ¿Cuánto de lo espiritual no es otra forma de egolatría performativa?
Máximo:
La tentación farisaica. Castellani lo expresó sin anestesia:
“El fariseo no quiere que lo vean los hombres por sus buenas obras: quiere que lo vean por su fariseísmo.”
(Leonardo Castellani, El Evangelio de Jesucristo)
Eduardo (asiente lentamente):
Y más adelante, añade:
“Jesús no condena al fariseo por cumplir la Ley, sino por convertir el cumplimiento en teatro.”
Diego (mirando su cuaderno de apuntes):
Entonces... la oración verdadera no es solamente el acto de hablar con Dios, sino el de esconderse con Él.
Un gesto que renuncia al espectáculo.
Máximo:
Es un retorno a la verdad del ser: lo que permanece cuando ya nadie mira.
Ahí se prueba la fidelidad. No en el aplauso sino en el silencio.
Eduardo:
Y también la libertad. Sólo es libre quien puede actuar para Dios, aunque nadie lo sepa, lo celebre o lo agradezca.
El Padre que ve en lo oculto es también el único público que importa.
Diego (pensativo):
Tal vez esa sea la raíz de toda verdadera vida moral. Vivir bajo la mirada de Dios, no bajo la mirada del algoritmo.
Máximo:
Y por eso el alma moderna, tan expuesta, está tan vacía.
Ha olvidado que el corazón se llena cuando entra en la habitación cerrada... y ora.
Eduardo (recitando):
“No os hagáis tesoros en la tierra... sino tesoros en el cielo” (Mt 6,19).
Porque allá, donde nadie ve, Dios ve.
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