“La potencia invisible” – Diálogo filosófico entre Diego y un estudiante sobre Chu Shong Tin y la dimensión interna del Wing Chun
Pasillos de la universidad. El atardecer tiñe los ventanales con luz suave. Diego camina con un cuaderno en la mano. Un estudiante se le acerca, entusiasmado.
Estudiante:
Profesor… ¿puedo hacerle una pregunta que no es del programa? Es sobre Wing Chun… Estuve leyendo sobre Chu Shong Tin.
Diego (deteniéndose, con interés):
Claro. Si se trata de pensamiento, cuerpo y disciplina, siempre es filosófico. ¿Qué leíste?
Estudiante:
Él hablaba de algo llamado Nim Lik, el poder de la intención. Decía que si uno relaja completamente el cuerpo y deja que la mente lo guíe… se libera una fuerza interior. Me pareció... ¿místico?
Diego (sonriendo):
Místico no. Profundamente humano. Eso que llamaba Nim Lik es una fenomenología del cuerpo dirigido por la conciencia. No fuerza bruta, sino estructura consciente. Como la ética: no se impone, se encarna.
Estudiante:
Pero… ¿es real? ¿No es sólo una forma elegante de justificar lo que otros logran con músculos?
Diego:
Preguntarse eso ya es filosofía. Lo visible impresiona, lo invisible transforma. Chu Shong Tin no negaba el cuerpo: lo afinaba. La relajación activa, decía, no es pasividad sino control estructural. Es el equivalente corporal de la virtud: un hábito encarnado, silencioso, eficaz.
Estudiante:
Entonces la mente es como… ¿el maestro del cuerpo?
Diego:
O su aliado. La voluntad y la forma se armonizan. En su Siu Nim Tao, lo que para otros era un formulario técnico, él lo vivía como meditación activa. Cada gesto era una orden mental encarnada. ¿No es lo mismo que hacemos en filosofía, cuando pasamos del pensamiento abstracto a la vida concreta?
Estudiante:
Chu decía que con la mente adecuada, el cuerpo responde sin tensión. Que se puede generar fuerza que “parece mágica”.
Diego:
Y sin embargo no es magia. Es conciencia. En términos aristotélicos: acto de ser dirigido por la forma. La materia no se impone, se ordena. Por eso su enseñanza no era sobre cómo vencer al otro, sino cómo vencer la tensión interior. El ego, el impulso, el miedo. Igual que el filósofo: su primera batalla es consigo mismo.
Estudiante (reflexivo):
Entonces… practicar Wing Chun así… ¿puede ayudarme a estudiar, a vivir, a ser mejor persona?
Diego (deteniéndose frente a la puerta de su aula):
Esa es la pregunta más importante. Sí. Pero no por el arte en sí, sino por cómo lo vivís. Toda práctica sostenida con intención, humildad y repetición forma carácter. Como decía Aristóteles: “La virtud moral es el resultado del hábito” (Ética a Nicómaco, II, 1).
Estudiante:
¿Y el combate?
Diego (abriendo la puerta):
El verdadero combate no es contra el otro, sino contra uno mismo. Si aprendés eso, no sólo estarás más cerca de Chu Shong Tin. Estarás más cerca de vos.
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